DRAMA
"…, y porque veo nos vuestros ojos, señor Sochantre, tanta sorpresa como miedo, quiero aseguraros qué toda esta compañía, aunque sea de condenados, fantasmas, ahorcados y sombras, es un batallón de gente pacífica.”
Una carroza cargada de maletas, que está cobijando misteriosos pasajeros, consigue ponerse en marcha y se lanza por los caminos de una Bretaña imaginaria. La cuadrilla lleva de la mano, en su danza , un sochantre asustado. Quieren que toque para las exequias del señor De Quelven. Todos se ilusionan con las melodías de su bombardino, pues, por un espacio breve de tiempo, las notas arrancan los espectros de su condición. En estas historias mil y mil veces repetidas se juntan leyendas célticas de los reinos de Bretaña y Galicia y tragedias universales. Pero, que ocurrirá al anochecer? Que ocurrirá cuando adormile el sochantre?
Es este un universo viajero poblado por bandidos, armas, dinero y sangre pero no hay muertes ni nadie muere, quizás porque estén todos muertos o porque el verdadero bandido siga eternamente vivo. El poder del dinero, la lujuria, a gula, los negocios oscuros colocan los personajes en situaciones irónicas entre la vida y la muerte donde la eternidad acaba por afirmarse como el más duro castigo judicial.
“Y tampoco os dijimos que nosotros, estando muertos, no podemos encender fuego en hogar ni entrar en casa donde esté encendido, ni comer pan de trigo, ni cosa ninguna que lleve sal o aceite, ni beber vino. Pero ahora mismo vamos hacia las ruinas del monasterio de Saint- Efflam a Terre, y Mamers tiene allí, en la que fue cocina de los frades, una pipa de cerveza doble de marzo y un jamón adobado con pimienta que enviamos a asar…”